Lunes, 05 de Mayo de 2025

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Alfredo Olivas abre la puerta para una nueva era del regional mexicano

Alfredo Olivas abre la puerta para una nueva era del regional mexicano
Fernando Alvarez del Castillo

El sonorense Alfredo Olivas ha decidido “dar el ejemplo”. En su concierto ante más de 16 mil personas en el Estadio Akron, anunció que dejará fuera de su repertorio cualquier canción que haga apología del crimen organizado. Lo presentó como un acto valiente, casi heroico. Pero en realidad, es un anuncio tardío, cómodo y profundamente insuficiente.

Durante años, Alfredo Olivas, como muchos otros exponentes del regional mexicano construyó su fama y fortuna cantándole al narco. A la vida del sicario, al poder del patrón, a la violencia como estilo de vida. El corrido bélico no solo fue su sello: fue su negocio. Hoy, cuando el desgaste del género es evidente, cuando el escrutinio social empieza a volverse incómodo, decide bajarse del barco. No porque lo crea inmoral, sino porque ya no vende igual, más ahora que se ha prohibido ya en varios estados de la república.

La pregunta no es si está bien que deje de glorificar al crimen. Eso es evidente. La pregunta es por qué apenas ahora. ¿Por qué no antes, cuando las letras que cantaba ya hacían eco en jóvenes que crecieron normalizando la violencia? ¿Por qué no cuando la sangre seguía fresca en los mismos territorios donde sus canciones eran banda sonora del crimen?

Anunciar con luces y aplausos que uno dejará de alimentar un problema que uno mismo ayudó a expandir no es valentía. Es cálculo. Y en este caso, parece más una estrategia de rebranding que un acto de conciencia.

Nadie exige una carrera perfecta. Pero sí se puede esperar una dosis de autocrítica, de humildad, de reconocimiento de daños. Porque no basta con decir “ya no cantaré al crimen” como si eso lavara la historia. La música tiene poder. Y quienes lo han usado para glorificar la muerte no deberían presentarse ahora como salvadores sin antes hacer un balance honesto del pasado que ayudaron a construir.

Olivas no es un mártir de la paz. Es, en el mejor de los casos, un empresario que ha entendido que el negocio ahora va por otro lado. Y como muchos en esta industria, solo cambia de máscara para seguir tocando.