Miércoles, 10 de Septiembre de 2025

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A un año de la NarcoGuerra en Sinaloa

A un año de la NarcoGuerra en Sinaloa
Carolina Loa

Un año. Doce meses de miedo, sangre y pérdida. Fue un nueve de septiembre de 2024 cuando comenzó la encarnizada batalla. Eso es lo que ha significado para Sinaloa la llamada “NarcoGuerra” entre Los Chapitos y Los Mayos. Y no, no es solo un asunto de pistoleros enfrentándose en la sierra: es la desgracia de miles de familias, es la ruina de cientos de empresarios, es la parálisis de un estado que alguna vez presumió ser motor agrícola, pesquero y turístico del país.

La violencia no solo nos arrebató vidas. También nos arrebató confianza. El mercado inmobiliario, antes inflado por el dinero sucio que corría sin freno, hoy se desplomó como un castillo de arena. Las ventas cayeron hasta un 70 %, se pararon construcciones y los desarrolladores ahora rematan casas que nadie quiere comprar porque ¿quién se atreve a invertir en un estado convertido en campo de batalla?

Los números son demoledores: más de 1,800 negocios cerraron en este último año. Hablemos claro: esos cierres no son solo cifras frías, son empleos que se perdieron, familias que dejaron de tener ingresos, jóvenes que en lugar de aspirar a un futuro mejor terminan tentados por la delincuencia que les ofrece lo que el gobierno no puede: dinero rápido y una falsa sensación de poder.

Y mientras tanto, los empresarios que aún se mantienen de pie viven bajo fuego. Vimos el caso de un restaurantero que perdió a su hermano en un enfrentamiento. ¿Quién responde por eso? ¿Quién le da la cara a los que han perdido no solo patrimonio, sino sangre de su sangre en esta absurda guerra?

La percepción de inseguridad es brutal: nueve de cada diez habitantes en Culiacán dicen sentirse inseguros. ¿Qué otra prueba necesitamos para aceptar que estamos ante un colapso social? Ya no hay música de banda en las fiestas, los parques están vacíos, las familias viven encerradas y los pueblos que antes celebraban la vida hoy cuentan desaparecidos.

Un año después, la realidad es insoportable: más de 1,700 asesinatos, cerca de 2,000 desaparecidos y un estado que agoniza en medio de la indiferencia de quienes deberían gobernar. Y lo más indignante es que mientras la gente vive con miedo, desde los escritorios oficiales se siguen recitando discursos vacíos, como si las cifras no fueran vidas, como si la economía no fuera el futuro de miles de sinaloenses.

Sinaloa no merece seguir siendo rehén de esta guerra absurda. Urge un viraje radical. Urge que la política deje de ser espectadora y asuma su papel como constructora de paz. No basta con mandar soldados ni con llenarse la boca de promesas. Se necesitan estrategias serias que devuelvan la tranquilidad, incentivos que reactiven la economía y un compromiso real con la justicia.

Un año de narco-guerra ha sido suficiente para entender que la violencia lo único que genera es más violencia. Y porque Sinaloa merece volver a respirar, a trabajar y a vivir con dignidad.