Disturbios marcan la antesala de los bloqueos anunciados por CNTE y transportistas

Carolina Martínez Loa
Morelia, Michoacán, 28 de mayo 2025.- Desde las primeras horas del martes 27 de mayo, la ciudad fue escenario de una jornada marcada por la tensión, una creciente confrontación entre manifestantes y fuerzas del orden. En lo que ya se perfila como la antesala de un paro generalizado, estudiantes normalistas y miembros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), en su ala Poder de Base, tomaron las calles para exigir plazas automáticas y respeto a los acuerdos sindicales.
Comenzó con un despliegue inusual de jóvenes encapuchados y maestros organizados, marchando desde el corazón del Centro Histórico hacia el punto neurálgico de Tres Puentes. En su andar, lanzaban consignas enérgicas y portaban mantas con mensajes que reclamaban la “dignificación del magisterio” y el “fin del desprecio gubernamental a las normales rurales”.
Pero el punto de quiebre llegó al intentar tomar el cruce ferroviario. En una escena repetida pero no por ello menos tensa, los manifestantes se toparon con un cerco de la Guardia Civil. Gritos, empujones, piedras. La situación se salió de control. Bastaron unos minutos para que la represión se hiciera sentir con gases lacrimógenos que nublaron el aire y dispersaron momentáneamente a los inconformes. El saldo inmediato: decenas con ojos llorosos, accesos viales colapsados y la rabia multiplicada.
Simultáneamente, un comando de normalistas irrumpió en las oficinas de la Secretaría de Finanzas. Con palos, piedras y furia acumulada, destruyeron cristales, dañaron mobiliario y dejaron un mensaje claro: “sin respuesta, no habrá paz”. Poco después, secuestraron un camión de una empresa cervecera que fue atravesado como barricada sobre la avenida Acueducto, paralizando la ciudad y atrapando a cientos de automovilistas entre el caos.
El conflicto no es nuevo, pero su intensidad ha crecido con el paso de los días. El Comité Ejecutivo Seccional del SNTE-CNTE, bajo el liderazgo de José Luis Castillo Ferrel, ha establecido una agenda de movilizaciones que se extenderá hasta el 1 de junio. El tono del comunicado difundido por la base magisterial no deja lugar a dudas.
Buscan “acciones contundentes” en defensa de la autonomía sindical.
Mientras tanto, la ciudadanía paga la factura. Comerciantes con cortinas abajo, ventas en picada; conductores atrapados por horas; usuarios del transporte público sin rutas disponibles. “No es protesta, es secuestro de la ciudad”, gritaba una señora desde su coche en medio del embotellamiento.
A pesar de los estragos, las autoridades insisten en el diálogo. Una mesa de negociación fue convocada para esta tarde, con la participación de la secretaria de Educación, Gabriela Molina, y el subsecretario de Gobierno, Juan Daniel Manzo. Pero los antecedentes generan más dudas que esperanzas.
Morelia vivió algo más que una protesta. Vivió el ensayo de una manifestación mayor. Los transportistas, que han anunciado su adhesión a los bloqueos en los próximos días. La ciudad se acomoda ante lo que viene; una marcha de inconformes, que no están dispuestos a ceder.
Morelia, Michoacán, 28 de mayo 2025.- Desde las primeras horas del martes 27 de mayo, la ciudad fue escenario de una jornada marcada por la tensión, una creciente confrontación entre manifestantes y fuerzas del orden. En lo que ya se perfila como la antesala de un paro generalizado, estudiantes normalistas y miembros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), en su ala Poder de Base, tomaron las calles para exigir plazas automáticas y respeto a los acuerdos sindicales.
Comenzó con un despliegue inusual de jóvenes encapuchados y maestros organizados, marchando desde el corazón del Centro Histórico hacia el punto neurálgico de Tres Puentes. En su andar, lanzaban consignas enérgicas y portaban mantas con mensajes que reclamaban la “dignificación del magisterio” y el “fin del desprecio gubernamental a las normales rurales”.
Pero el punto de quiebre llegó al intentar tomar el cruce ferroviario. En una escena repetida pero no por ello menos tensa, los manifestantes se toparon con un cerco de la Guardia Civil. Gritos, empujones, piedras. La situación se salió de control. Bastaron unos minutos para que la represión se hiciera sentir con gases lacrimógenos que nublaron el aire y dispersaron momentáneamente a los inconformes. El saldo inmediato: decenas con ojos llorosos, accesos viales colapsados y la rabia multiplicada.
Simultáneamente, un comando de normalistas irrumpió en las oficinas de la Secretaría de Finanzas. Con palos, piedras y furia acumulada, destruyeron cristales, dañaron mobiliario y dejaron un mensaje claro: “sin respuesta, no habrá paz”. Poco después, secuestraron un camión de una empresa cervecera que fue atravesado como barricada sobre la avenida Acueducto, paralizando la ciudad y atrapando a cientos de automovilistas entre el caos.
El conflicto no es nuevo, pero su intensidad ha crecido con el paso de los días. El Comité Ejecutivo Seccional del SNTE-CNTE, bajo el liderazgo de José Luis Castillo Ferrel, ha establecido una agenda de movilizaciones que se extenderá hasta el 1 de junio. El tono del comunicado difundido por la base magisterial no deja lugar a dudas.
Buscan “acciones contundentes” en defensa de la autonomía sindical.
Mientras tanto, la ciudadanía paga la factura. Comerciantes con cortinas abajo, ventas en picada; conductores atrapados por horas; usuarios del transporte público sin rutas disponibles. “No es protesta, es secuestro de la ciudad”, gritaba una señora desde su coche en medio del embotellamiento.
A pesar de los estragos, las autoridades insisten en el diálogo. Una mesa de negociación fue convocada para esta tarde, con la participación de la secretaria de Educación, Gabriela Molina, y el subsecretario de Gobierno, Juan Daniel Manzo. Pero los antecedentes generan más dudas que esperanzas.
Morelia vivió algo más que una protesta. Vivió el ensayo de una manifestación mayor. Los transportistas, que han anunciado su adhesión a los bloqueos en los próximos días. La ciudad se acomoda ante lo que viene; una marcha de inconformes, que no están dispuestos a ceder.